¡Siempre he sido una amante de los cuadernos! Desde que tengo memoria que me gusta personalizar las portadas con pintura, collage y todo lo que tenga al alcance… Es que transformar un cuaderno o croquera normal en uno extraordinario, al mismo tiempo habla de nosotros, como quien elige los elementos precisos para vestirse día a día.

Hoy tengo mi colección personal; de distintos formatos y características, muchos se encuentran sin rayas siquiera, otros me los compré por lindos y ahí están exhibidos en mi repisa de la oficina, esperando el momento para ser estrenados. Por eso cuando pensé en mi primera línea de productos de papelería, quería que estos tres primeros cuadernos fuesen de esos que te gusta llevar a la mano, exhibir y sacar en plena reunión para anotar.
Uno de los puntos más significativos implicaba crear un producto de calidad que representara fielmente el carácter de mi obra, hecho y producido 100% en nuestro país.
Esto en respuesta a que creo que Chile se encuentra mutando socio-culturalmente y los artistas, arquitectos y diseñadores tenemos un rol importante en este cambio: ¿Qué sería de nuestra sociedad sin los creativos nacionales o los emprendimientos y la capacidad de ellos para contagiar a otra gente el llamado a que todos podemos trabajar haciendo lo que nos apasiona?

Muchas veces me preguntan por qué sigo en Chile y no me voy a estudiar/vivir a alguna capital mundial del arte, que aquí “estamos tan retrasados”, pero mi respuesta siempre es la misma: que estemos un paso más atrás, significa que aún queda mucho por hacer aquí y yo quiero ser parte de ese cambio.
Soñaba que mis productos representaran con un estandarte erguido esta pulsión de cambio, para que quien lo comprara pudiera estar en contacto con esta idea y orgullo desde el producto.

Por otro lado, la importancia del proceso creativo y lo hecho a mano: el cómo llevar la idea desde lo análogo a lo digital y emigrar a la producción industrial, sin perder la esencia. Para eso, estar presente en cada paso fue fundamental, sobretodo la visita a imprenta para conocer a las personas que está detrás de cada máquina, supervisando manualmente las terminaciones.
Finalmente, sellar con un packaging que contemplara la menor cantidad de desecho posible y democratizar el arte para que todos puedan llevarse un pedacito de mi obra eran detalles igual de importantes que todo lo anterior.

Hoy y con mis primeros 3 cuadernos en mano y listos para la venta, sólo puedo hablar desde la emoción de ver un sueño hecho realidad y lo agradecida que me siento de la buena onda recibida a través de redes sociales. Además del apoyo gigante de @Revesderecho, una marca nacional, por creer en mi y mi proyecto, para comenzar a distribuirlos y que lleguen desde Santiago a regiones.